
La temperatura que inicia la combustión procede de la elevación de la presión que se produce en el segundo tiempo del motor, la compresión. El combustible se inyecta en la parte superior de la cámara de combustión a gran presión desde unos orificios muy pequeños que presenta el inyector de forma que se atomiza y se mezcla con el aire a alta temperatura y presión (entre 700 y 900 °C). Como resultado, la mezcla se inflama muy rápidamente. Esta combustión ocasiona que el gas contenido en la cámara se expanda, impulsando el pistón hacia abajo.
Esta expansión, al revés de lo que ocurre con el motor de
gasolina, se hace a presión constante ya que continúa durante la carrera de
trabajo o de expansión. La biela transmite este movimiento al cigüeñal, al que
hace girar, transformando el movimiento rectilíneo alternativo del pistón en un
movimiento de rotación.